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19. Raimundo Sarriegui Echeverría

Sta. Catalina 142
Raimundo Sarriegui Echeverria *1838 San Sebastián +1913 San Sebastián, nació en la calle Poyuelo (hoy Fermín Calbetón) en el número 38, 3º. De niño fue tiple en el coro de Santa María y luego tenor. Casó con Francisca Goñi. No tuvieron descendencia.

Raimundo Sarriegui era "corredor de comercio" y para los donostiarras, el compositor de una inspiración poética local como dijo el cronista Adrián Loyarte. Esa inspiración la aderezaba con notas de ingenio logrando composiciones de aire ligero y festivo. Todo ello aprendido en su formación musical con el maestro  José Juan Santesteban.

Raimundo, apasionado tertuliano, se reunía con sus amigos en los locales de éstos, en la imprenta Casa Baroja o la farmacia de Sebastián José Irastorza. Allí acudía el Ingeniero de Minas Serafín Baroja, padre del escritor Pío Baroja, del que todas las crónicas nos hablan de su carácter alegre y festivo además, de palabra fácil tanto en euskera como en castellano. Allí estaría el escritor autor del Cancionero Vasco y director del Diario de San Sebastián además de fundador de la revista Euskal-Erría, José Manterola. En estas reuniones aspiraban a resucitar sentimientos olvidados y además expresarlos a través de la lengua propia. Rondaba el año 1870 cuando deciden echar mano, para llegar al público, del instrumento tan local como la figura del bersolari. El éxito fue rotundo. Este ensayo es una pequeña muestra de lo que ya era un éxito en el país vasco-francés, con los llamados Juegos Florales. Todas las personas arriba mencionadas están en la lista de fundación de los Juegos Florales en 1879 en San Sebastián. Pues bien, estos "jóvenes" viven en el San Sebastián que vio el cambio de aduana, los que vieron el primer baño de la reina Isabel II en sus playas y los que verían acercarse la hora del derribo de la muralla que cerraba la ciudad.

Había que salir del letargo y darse a conocer. Desde sus veintitrés años Sarriegui se hace eco del sentimiento popular y compone la Marcha de San Sebastián o himno a su patrón, en 1861. El sonido musical no podía salir de ningún otro instrumento que del tamboril que sonaba en todas las fiestas. Su amigo Serafín Baroja puso la letra.

En el año 1882 desde la municipalidad se trabajó para atraer turismo a la ciudad también en invierno y para ello se fijaron en aquellas fiestas carnavalescas de Niza y aquí estaba Raimundo para hacer una comparsa al Dios Momo.

Suya es la Comparsa de Caldereros de la Hungría que desde el año 1884 recuerda el día de la llegada, en la Candelaria de 1828, de caldereros turcos de paso a la península quienes desfilarían por la Parte Vieja de la ciudad con gran estruendo.    

Cualquier sociedad o estudiantina que necesitaba una composición acudía a Raimundo y su pequeña guitarra seguros de encontrar un sonido acorde a su fin.  

A Sarriegui le sorprendió la muerte estando de terturlia en la farmacia de su amigo Tellería, de la calle Narrica. El funeral fue multitudinario acompañando a la familia estaban la Junta Directiva del Orfeón Donostiarra, la del Consistorio de Juegos Florales Euskaros, el Presidente del Colegio de Corredores de San Sebastián, la directiva del Círculo Easonense y las Sociedades populares de recreo además de un gran número de entusiastas  errikosemes. También el Ayuntamiento, con el alcalde Tabuyo a la cabeza y, cómo no, aquellos amigos tertulianos.

A su muerte dejó legados en dinero para la Casa de Beneficiencia, para que compraran instrumentos musicales a su banda infantil, al Asilo Matía, Hermanitas de los Pobres, Asilo de Niños de San José, a la Religiosas Dominicas de Ategorrieta, Agustinas de Hernani, Concepcionistas de Cristobaldegi y Oblatas de Donostia. 

La noche del 19 de enero, víspera de la festividad del patrón de la ciudad, su famosa Marcha de San Sebastián resuena en toda la ciudad.

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